No voy a negar que me inspiran las fotos y vídeos de yoguis y yoguinis. Veo su grandeza, su elegancia, todo el trabajo que hay detrás de lo que se muestra. Veo su "perfección". Todos mostramos la mejor foto, el vídeo que da nuestro mejor perfil. Donde no se ve la dichosa estría, la arruga o la tripa. El lugar donde el tríceps se marca bonito. Pues hoy estoy harta!!!
Pinos perfectos (¿qué nos pasa con el pino?), conjuntos yóguicos de las mejores marcas, fotos de estudio... Muy bonito todo. Yo también quiero, aunque no me patrocina ninguna marca ni tengo fotos de estudio. A veces me descubro envidiosa. Otras veces, como hoy, una parte de mi (cerca del hígado), grita. Y sale de la tripa que quiero esconder a veces la chica rebelde que está hasta el orto de la "imagen perfecta". Y esa chica se anima a buscar la perfección en lo aparentemente imperfecto. En la arruga, en la ojera, en el pino que se rompe, en la lágrima y en las miserias. Y decido que mostrar lo que no sale "perfecto" también ayuda. Porque muestra el proceso, las ganas, el coraje, el amor y la frustración. Y porque esa es la realidad, al menos en la práctica de hatha yoga, no nos engañemos.